SALVEMOS NUESTRA TIERRA
Fruto de la estrategia expansiva que tiene las Macrogranjas de las Industrias Cárnicas, en nuestra propia localidad, tenemos ubicada desde el año 2016 una lechonera de 12.000 cabezas, que cuenta con solicitud de ampliación para duplicar la capacidad, por tanto, somos conocedores de primera mano de las consecuencias de este tipo de instalaciones por los vecinos y agricultores de La Celia y su entorno.
En la siguiente imagen podemos observar cómo quedan distribuidas las actuales instalaciones de la megacárnica tanto en Hellín, como en Jumilla (en color rosa), así como los terrenos propiedad de la misma en el municipio de Jumilla (en color rojo).
LAS MACROGRANJAS
La situación actual de la ganadería industrial, especialmente el porcino intensivo, supone un cambio cualitativo y cuantitativo importante con respecto al modelo ganadero tradicional. Alentado por una balanza de exportaciones que ha protagonizado un gran crecimiento, asistimos a un crecimiento exponencial o “boom porcino”’ inédito hasta la fecha. El sector, de mano de las megacárnicas y de las integradoras, se ve en una oportunidad histórica para abordar crecimientos económicos nunca vistos antes, aunque difícilmente sostenibles en el tiempo.
La definición y la percepción de una macrogranja difieren desde el punto de vista que se mire, teniendo dos perspectivas muy diferenciadas y opuestas: una la de los empresarios del sector, y otra, la de los ciudadanos afectados por sus impactos.
Donde los ganaderos industriales ven una oportunidad de negocio en expansión, creación de puestos de trabajo, burocracia que ralentiza sus actividades, etc., los vecinos y muchos de los otros sectores económicos de las zonas donde se ubican, lo perciben como molestas actividades con un potencial contaminante brutal, que no suele respetar las normas de convivencia, que apenas generan puestos de trabajo y sí, un importante impacto negativo en la zona.
Estas instalaciones de ganadería industrial bien pueden ser denominadas como “fábricas de carne barata”, que van en contra de la ganadería familiar y del pequeño ganadero. Pese a sus promesas, generan menos empleo que la ganadería tradicional y ecológica, puesto que todo está automatizado, aunque sea precisamente este hecho uno de los puntos a favor que tiene la industria, según sus defensores.
Los impactos negativos más habituales en las zonas donde se ubican son:
● poner en riesgo los acuíferos y la biodiversidad
● grandes cantidades de purines que acaban depositados en el suelo
● gran consumo de agua para el funcionamiento de sus instalaciones
● las emisiones contaminantes a la atmósfera
● malos olores.
● incompatibilidad con el turismo y otras actividades económicas.
● plagas de moscas, que provocan la degeneración de la zona, el abandono de los campos y de puestos de trabajo
● depreciación del valor del suelo
● vaciar la España rural
● dilemas éticos por el trato animal
EL PROYECTO PLANTEADO
En las últimas semanas se ha tenido conocimiento de las pretensiones que la importante cárnica El Pozo, tiene de instalar una macrogranja porcina en el término municipal de Jumilla. En la imagen inferior se puede ver la ubicación prevista de la misma en el paraje de La Cañada del Judío, en la denominada Finca La Solana, limitando con el municipio de Cieza.
Dicha explotación prevé ocupar más de 400 hectáreas de superficie y contaría con las instalaciones necesarias para el ciclo de producción y recría de lechones, con unos volúmenes manejados de 8.000 reproductoras y 36.000 lechones, divididas en diferentes células repartidas por la finca, con sus correspondientes infraestructuras asociadas como son, las balsas de purines, embalses de aguas, silos, lazaretos, etc. así como los terrenos donde a modo de “enmienda orgánica natural” verterán los purines generados (sobre masas de agua subterráneas).
El proyecto se está dando a conocer en diferentes entornos de las administracionespúblicas, presentándolo, como la innovación tecnológica del sector porcino más altamente respetuosa con el medio ambiente, con revolucionarios sistemas de “bio-filtros” que permitan reducir la concentración de nitrógeno en los purines y, “avalado” por grupos investigadores de universidades públicas.
El hecho de que se plantee una generación de “macrogranjas 2.0”, que se adapten a la normativa europea, e incluso innoven en la forma de paliar los impactos en los territorios donde se instalan, no les exime de generar un impacto ambiental y socio-económico brutal, más allá del propio lugar donde se ubican.
Es sospechoso, que estas maravillosas últimas tecnologías, no se hayan previsto para su implantación en la nueva ampliación proyectada en los últimos meses en Jumilla (Pocico Pelícano) y, se prevé inicien en breve su construcción.
IMPACTOS AMBIENTAL
El modelo de negocio que se pretende instalar en nuestro municipio, es réplica de otros tantos distribuidos por toda la geografía española, dejando patente que son actividades altamente depredadoras de los recursos naturales donde se instalan, a cambio de un irrisorio beneficio económico a las poblaciones afectadas.
Este tipo de instalaciones se evalúa sobre todo por las emisiones a la atmósfera. Son actividades catalogadas como “potencialmente contaminadoras de la atmósfera”, aunque los gases efecto invernadero emitidos por estas macrogranjas no suelen estar en las cabezas de los ciudadanos, a pesar de ser uno de sus pilares básicos contaminantes.
La Finca de La Solana, en donde se prevé la instalación, está ubicada sobre uno de los acuíferos más importantes del altiplano, el denominado “Masa de Agua Subterránea Sinclinal de Calasparra”. Este acuífero, según datos de la Confederación Hidrográfica del Segura, actualmente se encuentra en estado de sobreexplotación y con un nivel de contaminación de sus aguas “preocupante”. Si a ello le añadimos que se trata de una masa de agua bastante superficial, y que se extiende por los municipios de Cieza, Calasparra y Moratalla, las aportaciones en el suelo de los purines generados en la macrogranja, añadirán un extra de contaminación a corto-medio plazo.
Esta aceleración de contaminación de las preciadas aguas del acuífero, que da sustento al riego de los tradicionales cultivos de la zona, a la ganadería tradicional, así como al abastecimiento de agua potable de la población, llevaría al total DETERIORO del RECURSO AGUA, haciéndolas inservibles para su uso, creando una situación irreversible una vez contaminadas. Ahondando en este escenario, hay que destacar que apenas a 2 kilómetros de la finca, aflora a la superficie la Rambla del Judío, conectada directamente con el río Segura.
Así mismo, la finca La Solana está situada en una Zona vulnerable a la contaminación por nitratos denominada “Judío y Moro”. Casi la totalidad de la superficie de la actuación afecta a esta zona. Las zonas así catalogadas, son aquellas superficies territoriales cuya escorrentía o filtración afecte o pueda afectar a la contaminación por nitratos de las aguas. El objetivo de catalogarlas, es poder establecer las medidas necesarias para prevenir y corregir la contaminación de las aguas causadas por los nitratos de origen agropecuario. Con este escenario, reforzar actividades altamente contaminantes en ese tramo no es la mejor forma de ayudar.
Otros valores naturales que se verían afectados en la finca La Solana son:
● Hábitats naturales prioritarios contemplados en la Directiva 92/43/CEE del Consejo, de 21 de mayo de 1992, relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres.
● El Cordel de Calasparra de 38 metros de ancho.
● La Vereda de Las Moratillas a las Sierras del Picarcho de 21 m. de ancho, que atraviesan la finca.
● Se trata así mismo de una zona de distribución de aves esteparias en el área denominada “Solana del Picarcho.
● Parte de los Montes Públicos de titularidad municipal ; CUP 46 El Picarcho y La solana del Puerto y CUP 97 Sierra del Picarcho y Las Moratillas.
● Tres ejemplares de “Ulmus minor”, especie de flora declarada de interés especial por el Decreto Regional 50/2003.
● Áreas de protección de Electrocución y Colisión de Aves Amenazadas, conforme al Decreto nº89/2012, de 28 de junio, por el que se establecen normas adicionales aplicables a las instalaciones eléctricas aéreas de alta tensión con objeto de proteger la avifauna y atenuar los impactos ambientales, para las líneas de alta tensión de nueva construcción y la ampliación o modificación de las ya existentes.
ECONÓMICO
Este tipo de actividad no sólo supone un grave riesgo para los valores naturales de la zona, que son imprescindibles preservar para las generaciones futuras, sino que pone en jaque nuestro modelo económico y social.
Del mismo modo que las afecciones sobre el medioambiente se hacen notar a más largo plazo, el impacto socioeconómico de las macrogranjas se hace palpable en periodos de tiempos mucho más cortos.
Directamente asociada a esta agro-industria cárnica y de forma muy palpable e inmediata están las plagas de moscas. El ciclo de vida de estos insectos es de 15-25 días pasando por diferentes estadios; huevo (40% del ciclo vital), larva (35% del ciclo vital), pupa (10% del ciclo vital) y adulto (15% del ciclo vital). Se alimentan de residuos orgánicos, material fecal, exudado de la piel, pienso, agua, etc. La puesta de huevos la suelen realizar en fosas sépticas, materia orgánica y zonas oscuras y húmedas. En un ciclo de vida cada mosca pone unos 120 huevos en 5-8 puestas, con la misma inseminación. Las larvas se alimentan alrededor de una semana de los residuos sobre los que yacen para convertirse en pupas y finalmente en adultos.
La temperatura ambiental es determinante para el tiempo medio de desarrollo, siendo inexistente por encima de los 45ºC y por debajo de los 13ºC. En función de la temperatura ambiente, necesitan hasta 48 días con temperaturas de 15ºC o tan sólo 9 días si las temperaturas se elevan hasta los 35ºC hasta completar su ciclo biológico.
Los métodos paliativos utilizados para “mantener a raya” estos molestísimos insectos no van más allá del empleo de insecticidas en las zonas donde la población se “queja”. Sin embargo, el uso exclusivo de insecticidas para el control de moscas, cuando han alcanzado la proporción de plaga, no es efectivo, requiriendo sistemas integrales que abarquen el ciclo productivo de la mosca, integrando técnicas que utilicen depredadores de sus larvas y parasitoides para evitar el descontrolado crecimiento exponencial de los individuos. Estas técnicas requieren de mayores esfuerzos económicos y de despliegue, que no son asumidos por las empresas responsables; resulta más económico aplicar sencillos remedios que no obtienen los resultados deseados, además de poner en riesgo la supervivencia de otras especies, como las abejas, imprescindibles para la polinización de los cultivos y para el incipiente sector apícola.
En la imagen que se presenta a continuación pueden verse las áreas de influencia que alcanzan las moscas. Se representan buffers de 1, 2 y 5 km.
En la zona jumillana donde ya están implantadas las granjas es dominante el cultivo tradicional de secano; almendro, olivo y vid, aunque la agricultura intensiva de regadío va tomando fuertes posiciones en la vecina Hellín. Se ha constatado que el comportamiento de las moscas en la época de recogida de la almendra, en pleno verano, resulta hartamente agobiante, intensificando su presencia y pesadez en la época de la vendimia, durante la cual las temperaturas se mantienen elevadas y el fruto jugoso de las uvas actúa como potente atrayente.
Las moscas, como vectores portadores de patógenos son potenciales transmisores de enfermedades a animales y personas, al tiempo que tienen la capacidad de aumentar el grado de descomposición de la uva vendimiada cuando el volumen de las mismas sobre el cargamento es desproporcionado, tal y como han confirmado agricultores en campañas de vendimia estos últimos años, denunciando que los remolques de uva se cubren de moscas como si de una lona de tratase, con el consiguiente inconveniente higiénico-sanitario que ello supone.
Teniendo en cuenta que las fincas agrícolas tradicionales que se encuentran asentadas en las áreas de influencia de las macrogranjas previstas son principalmente de producción de frutales y viñedo, y que las campañas más fuertes corresponden a la recogida de las mismas coincidiendo con los meses más calurosos, es de esperar que la sobrecarga de estos vectores no tenga parangón.
Tal y como está sucediendo en otras regiones, estos vectores son por sí mismos capaces de llevar al extremo las condiciones de los trabajadores del campo cuando la densidad de las mismas es tal, que fuerzan a trabajar en el terreno con pasamontañas (en pleno verano) y, obliga a hacer los descansos y paradas a comer dentro los vehículos. Si a ello le sumamos un olor nauseabundo constante, el resultado es que muchos operarios se niegan a trabajar bajo esas insufribles condiciones y, se ponen en peligro las campañas de recolección.
La Cañada del Judío es una zona fundamentalmente agrícola, en la cual muchas personas tienen diversas actividades que abarcan, desde cultivos tradicionales de secano, hasta viñedos y frutales con denominación de origen protegida. Muchos de ellos están produciendo cultivos ecológicos y, este tipo de instalaciones puede suponer, tanto para ellos como para los de agricultura tradiciona,l un problema muy grave que puede conllevar importantes pérdidas económicas.
Se estima que esta situación llegaría a poner realmente en peligro las campañas de recogida, haciendo muy difícil encontrar operarios dispuestos a trabajar en tan extremas condiciones, con la consiguiente pérdida de productividad de las fincas y el cese de parte de sus actividades. En este extremo, se prevé la posible pérdida de 900 puestos de trabajo actuales asociados a la llevanza de las fincas. Este saldo negativo en puestos de trabajo no tiene reflejo positivo en las previsiones laborales que lanza la compañía cárnica, con unos 50 puestos de trabajo directos y 25 indirectos, aunque habría que matizar, que no confirman que sean de nueva creación, a jornada completa o, con personal de la zona. Por la información de explotaciones cercanas, se sabe que la creación de puestos de trabajo es mínima, “reusando” los mismos trabajadores en distintas instalaciones.
Es más, la tributación municipal que suelen tener estas empresas se hayan bonificadas hasta el 90% por la contratación de más de 50 trabajadores, cifra que sirve para acogerse a las ayudas, pero que no se corresponden los trabajadores reales que habitualmente mantienen estas explotaciones, dado que el alto grado de tecnificación y automatización de este tipo de instalaciones, requiere poca mano de obra. Por el contrario, la tributación de las fincas agrícolas instaladas, no puede acogerse a este tipo de ayudas, porque suelen ser pequeñas y medianas explotaciones.
Todo lo expuesto, implicaría además, la pérdida de empleos en las zonas colindantes y, aunque la zona afectada ahora sea la Cañada del Judío, el objetivo es evitar que este tipo de industria se instale en cualquier zona de nuestro término.
Con este escenario, la instalación de este tipo de actividades económicas provoca, a su alrededor, a corto-medio plazo la brutal devaluación de las propiedades agrícolas o residenciales y, negocios de la industria agraria como bodegas, almazaras, almacenes de frutas o ganadería tradicional, en un importante radio de acción, al igual que ahogará definitivamente la impulsión del denominado “Polígono del Mármol”, tan cercano al proyecto de la macrogranja, un polígono industrial que poco o nada se va a desarrollar con la perspectiva futura de unas instalaciones de este tipo.
Otro sector emergente en la comarca como es el enoturismo se expone a una importantísima pérdida de valor. Las visitas turísticas a bodegas y viñedos, las rutas del vino, la floración de Cieza y, eventos similares que generan riqueza en nuestro territorio sin deteriorarlo, se ponen en peligro. De esta forma el detrimento de la marca “Jumilla”, echaría por tierra el esfuerzo invertido en posicionarla en diversos sectores dentro y fuera de nuestras fronteras.
Lo mismo sucede con el patrimonio etnográfico y geológico de la zona, como son La Cueva de los Encantados, el Abrigo de Las Moratillas o la Muralla.
Por otro lado, debemos recordar que se encuentran en un estado muy avanzado los trabajos de desarrollo de una “Vía Verde”, que puede ayudar a incrementar el turismo sostenible y, que choca frontalmente con la realidad al tener que pasar el trazado justo por la finca donde piensan esparcir los purines.
La gran cantidad de moscas y malos olores que llevan asociados estas instalaciones, obligan a la gente a tener que abandonar y vender sus viviendas, al no poder vivir en las mismas como ya ha pasado en otras zonas.
Las personas que persisten en sus residencia,s se vean abocadas a cambios de hábitos: se minimiza el tiempo de disfrute en la calle, los paseos por el campo, las risas de los niños jugando fuera o, el simple hecho de salir a la puerta a tomar el fresco, es un lujo que queda ya en el recuerdo.
Este tipo de instalaciones puede suponer un revés fatal para todas las personas que, de una manera u otra, vivimos o desarrollamos nuestra actividad económica en la zona y, estamos seguros de que esto solo es un primer paso para introducirse en nuestro término, que ya de por sí estaba afectado por instalaciones similares de municipios cercanos.
EXPERIENCIAS DE PRIMERA MANO.
CASAS DE LA CELIA
La nave establecida en Jumilla, en el paraje Pocico Pelícano, a sólo un kilómetro del núcleo rural de La Celia, vino para completar las fases de cría de las múltiples células que desde el año 1997 han ido poblando el paisaje del limítrofe municipio de Hellín.
En aquella primera penetración en ese municipio, allá por 1997, hace ya 23 años, se construyeron las primeras cuatro células (como el actual proyecto, qué casualidad), que casi pasaron desapercibidas y parecían brindar interesantes oportunidades de trabajo en la zona.
La progresiva expansión llega a contar a fecha de hoy con 16 células en esa parte del territorio. Todo el territorio ocupado por esta actividad queda invalidado casi por completo para cualquier otra actividad no relacionada con la ganadería empresarial, como son su agricultura intensiva y las parcelas destinadas al vertido de purines.
Los aproximadamente 11 kilómetros que separan Cancarix de la Celia han quedado copados por estas instalaciones, extendiendo ya sus dominios al otro lado de la vertiente hacia la carretera de Hellín y, dejando una visita muy desagradable a zonas tan interesantes como las Minas de la Celia, los yacimientos arqueológicos existentes en el Pocico Madax o las Salinas de Cancarix.
Los vecinos de La Celia y diseminados cercanos, que vivimos y trabajamos a diario con el incesante zumbido de las moscas, estamos armados de matamoscas, mosquiteras, insecticidas y un largo arsenal para intentar ganarles una batalla que sabemos perdida de antemano. La capacidad de adaptación que tiene el ser humano, hace que algunos días estemos jubilosos y nos congratulemos porque “hoy parece que hay pocas moscas”, mientras no dejamos de espantarlas con la mano…
Nos hemos visto obligados a pedir, o mejor explicado, a suplicar a la compañía agropecuaria que nos ayude a vivir con esta plaga que ellos nos han generado, sin siquiera pedir permiso.
Estamos rodeados de nauseabundos bidones azules de muerte, llenos con insecticida y miles de insectos en descomposición. Nos fumigan la aldea dos veces por semana, tres si tenemos suerte y damos el follón a la empresa. Nos vemos suplicando que desinsecten nuestras calles y casas, con el ansia de contar con unos centenares menos de moscas, a pesar del alto precio que se paga por ello y, no nos referimos al económico, pues es un “servicio gratuito”, como lo fue el llenarnos de moscas. Me refiero a que no conocemos el alcance del insecticida que se utiliza. A diario tocamos las persianas, las puertas de nuestras casas, las macetas que tenemos en las puertas,…todo impregnado de ese letal veneno que no distingue entre moscas y abejas, por ejemplo. Este insecticida atrae y mata a cualquier “bicho” que se acerque sin distinciones. Igual que el efecto sobre los insectos es fulminante, ¿qué efecto tiene sobre nosotros, sobre nuestros niños, sobre nuestras mascotas?, no lo sabemos, confiamos en su inocuidad sobre nosotros, necesitamos pensar que no nos es dañino porque lo necesitamos, porque este paliativo que nos aplican dos o tres veces por semana parece que nos consuela.
Agradecidos estamos al cielo, fíjense qué barbaridad, de que la peste a marrano no sea constante y diaria. Algunos días parece que apenas se huele… y, si tenemos visita, lo decimos orgullosos, mientras que ellos nos miran retorciendo la nariz disimuladamente…
¡Vaya!, de vuelta con la adaptación del ser humano a las circunstancias…
Mención aparte merece el insufrible trabajo en la viña, olivos o almendros de alrededor.
Cómo las moscas se comen a labriegos y jornaleros, cómo de detestable es surcar esos campos sobre un tractor abierto, cuánto de desagradable es dar un paseo en bicicleta, con las moscas y la peste adheridas a tí como si fuesen pegatinas.
Y qué decir cuando se ven esos tractores con cubas repletas de material fecal, soltándolo a troche y moche por los campos como si de agua bendita se tratase, dejando espejos negros que duermen en las parcelas mientras lentamente se filtran hacia el acuífero que nos dá de beber. Así mismo, esos campos encharcados de purines son hábitats ideales para la puesta de huevos de las moscas y la cría de larvas y pupas, y vuelta a reforzar el ciclo maldito de las malditas moscas y la maldita cárnica que nos las ha impuesto, porque ni siquiera se dignan a respetar la normativa para minimizar el terrible impacto que sus granjas generan.
Cómo se oye a los ciclistas que pasan por la carretera diciendo “…aquí no hay quien pare a tomar un trago de agua, qué asco, este sitio está infestado de moscas…” y apreciaciones por el estilo. En ese sitio y similares, vivimos y trabajamos nosotros, rodeados de moscas y malos olores, de una actividad que nada nos reporta, que no pedimos, que llegó por la puerta pequeña, sin hacer ruido, pero que ha crecido de forma exponencial, como sus moscas. Esa es la herencia que sin duda les dejaremos a nuestros hijos.
PROPUESTAS
Ante la situación presentada, la Plataforma Salvemos Nuestra Tierra. No a las macrogranjas, propone, entre otras medidas, la petición al Excmo. Ayuntamiento de Jumilla de crear una legislación o normativa propia que regule la implementación de estas actividades en el municipio, incluso la modificación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) con el objetivo de impedir la instalación de actividades ganaderas intensivas de alto costo medioambiental y socio-económico en el suelo municipal.
Proponemos el establecimiento de una moratoria mientras se tramita tal modificación, a fin de estudiar los efectos derivados de este modelo de negocio. Para ello, consideramos que la creación de un Grupo de Trabajo participativo y multidisciplinar sería una opción adecuada para llevar a cabo dicha labor. Esperamos contar con la necesaria colaboración del Excmo. Ayuntamiento de Jumilla, imprescindible para conseguir este objetivo.
SOLICITUD
Por todo ello, solicitamos que la sociedad de Jumilla, tanto a nivel individual como bajo el nombre de asociaciones empresariales, culturales, deportivas, vecinales o cualquier otra índole, muestre su apoyo y adhesión a la causa que defiende esta plataforma ciudadana, por el medio que considere oportuno, poniendo de manifiesto el rechazo a estas instalaciones para que se nos pueda dejar vivir y trabajar nuestra tierra sin ser perjudicados por unas macrogranjas que van a beneficiar a muy pocas personas que no tienen nada que ver con nuestra zona.